Desde que se produjeran los atentados en París hace poco más de una semana, son muchos los titulares, movimientos y proclamas, que desde los diversos medios de comunicación, las redes sociales y la sociedad en general, se han lanzado, con más o menos acierto.
Cuando el viernes 13 de noviembre, sobre las diez de la noche, empezaban a llegarnos las primeras noticias de lo que estaba sucediendo en la capital francesa, más de uno nos quedamos horrorizamos mirando la pantalla de la televisión, sin poder articular palabra, mientras un escalofrío nos recorría el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
Justo a la mañana siguiente, cuando se supo con certeza la magnitud de los hechos, el mundo entero mostraba su solidaridad, empatía y apoyo al pueblo francés, los perfiles de Facebook se colmaban con la bandera francesa y comenzaba el temido fenómeno de asociar creencias religiosas, en este caso, Islam, con terrorismo yihadista y fanatismo.
El ISIS, Estado Islámico (EI) o Daesh, es un grupo terrorista que controla un amplio territorio de Irak y Siria y que, a diferencia de Al-Qaeda, centra su foco de actuación en crear un estado islámico dirigido por un Califa (lo que recuerda al tratado de Skype-Picot), mientras que el último focaliza sus objetivos terroristas en Occidente. Sin olvidar, el poder de financiación del EI, a través del petróleo de las zonas que están bajo su control, los impuestos que obliga a pagar en los territorios en los que se asienta, la venta de antigüedades, los rescates de prisioneros y los apoyos económicos que recibe. De ahí, que uno de los principales puntos para luchar contra ellos, sea suprimir las vías por las que se financian.
El ISIS se beneficia de la marginación de los pueblos, del sentimiento sunní de opresión, de la miseria, de la ausencia de democracia y, por consiguiente, profunda inestabilidad. Controla un territorio similar al de la península ibérica, con una población de 6.5 millones de habitantes, que día tras día viven en el horror, en ciudades dominadas por el EI, cuyo único lenguaje es la barbarie, esa es su ley, la ley del miedo, del terror.
Terror que no dudan en mostrar a través de las redes. Su propaganda atrae a un millar de jóvenes cada mes. Muchos de ellos, ciudadanos europeos. Lo cual, debería llevarnos a hacer un poco de autocrítica.
Son Siria e Irak las zonas tomadas por el Daesh, aunque también se han extendido a Nigeria (Boko Haram), Libia, Sinaí, Afganistán y Yemen. Donde someten a la población a su dictamen y comenten atrocidades difíciles de asimilar.
Beirut, Bagdad, Siria, Irán, Kenia…son ciudades y países golpeados por el terrorismo, y que no se mencionan tanto en los medios. Todos somos París, pero también somos Kenia, donde el yihadismo asesinó a 147 estudiantes en la Universidad de Garissa, Beirut, donde murieron 40 personas en dos atentados suicidas, Bagdad, donde se suceden los atentados, el último en una mezquita, siendo ya 6.520 iraquíes muertos por el terrorismo desde Enero, y Siria, donde día tras días mueren civiles, lo vemos en las noticias a diario, personas como tú y cómo yo.
¿O es que tienen más valor unas vidas que otras?…Hemos nacido en España, pero si en vez de aquí, nuestro nacimiento se hubiera producido en Irak, ¿nuestra muerte no merecería la misma pena que la muerte de un ciudadano europeo?…Convendría aquí reflexionar sobre la doble moral.
En los países antes mencionados, el terrorismo y la guerra mata a civiles día tras día, de las formas más cruentas, de manera que la única alternativa que tienen a la muerte es la huida. Huyen del miedo, con las retinas todavía instaladas en el caos, y se dan de bruces con las fronteras que Europa les impone, confinados en un campo de refugiados, en el mejor de los casos.
Personas, repito, como tú y cómo yo, de carne y hueso, que Europa no termina de acordar que si sí o que si no, argumentando problemas burocráticos, pese a que desde el Gobierno Valenciano, por ejemplo, más concretamente, desde la Conselleria de Igualdad, de la que es responsable Mónica Oltra, se ha intentado llegar a un acuerdo, dando alternativas reales, con voluntad y junto con la solidaridad mostrada por los ciudadanos.
Pues bien, huyen de la guerra y el terrorismo en Siria, y a día de hoy, tenemos que volver a pronunciar otra vez el “NO a la GUERRA” porque la respuesta a los atentados en París por parte del gobierno francés es bombardear Siria e Irak, con lo que se une a los bombardeos del ejército Ruso, en los que, por cierto, han muerto más civiles que terroristas.
La posibilidad de que España se una, ha estado en el aire durante estos días, y con ello, se han reabierto viejas heridas entre la derecha y la izquierda de este país, ahora con un mapa un poco más variado, por suerte. Sólo espero que se haga participe a los ciudadanos, de una decisión tan importante, cómo la de querer entrar en una guerra o no.