“Quizá dentro de poco, los historiadores mundiales deberían plantearse el hecho de abrir una nueva etapa en la historia, porque la Edad Contemporánea está acabando”. Con no más de once años escuché aquella frase de una de mis profesoras que cada día tengo más presente. Vivimos un tiempo nuevo, convulso, acelerado, propio de los cambios donde convive lo que quiere nacer y lo que se resigna a morir. Una realidad que reflejan a la perfección nuestra sociedad, las personas que nos gobiernan y cómo no, las dinámicas internas de los propios partidos políticos.
Estas épocas de cambio hacen que prevalezca la opción de aquellas personas, grupos o entidades que se adapten mejor a lo que está por venir, renuncien a viejos métodos y sean capaces de tomar la proposición y el consenso como herremientas. En este sentido, podríamos comparar las diversas disputas internas o diferencia de ideas dentro de los partidos políticos de nuestro Estado, nuestra Comunidad y cómo no, de nuestro municipio. Procesos internos que todos los que participamos en alguno de estos proyectos, vivimos.
Sin embargo, radica la gran diferencia entre el debate de posturas políticas, estrategias o visiones de futuro y los asaltos al poder por mero ego. Algo que hemos visto durante las últimas semanas en los distintos asaltos de la batalla interna que se libra en el Partido Popular a nivel valenciano, alicantino y oriolano. Esta última ha llegado a repercutir en el propio gobierno de la ciudad. Bascuñana ha acabado trasladando la tensión de un debate interno de su partido al gobierno local de nuestro municipio. Bien lo hemos comprobado estos días con su nueva- ya van dos o tres- remodelación de competencias municipales, con la ausencia de cinco de sus concejales en el pleno para ahorrarse una votación distinta al resto de su grupo, guerra de sms, etcétera. Una cadena de hechos irresponsables que dota de inestabilidad a unos concejales bicolor cuyas relaciones políticas no son demasiado buenas. Vemos así como las discrepancias internas de un partido político hacen mella en el gobierno de Orihuela, corroborando así una de las frases de Mónica Oltra, “hoy se habla más de partidismos que de las políticas con las que se gobierna”.
Nada nuevo bajo las siglas que peor han entendido siempre el significado de proceso democrático, diversidad y cultura del pacto. Esta vez no se ha podido enmascarar la lucha por el poder. Demasiados comensales para la época de vacas flacas en esta facción de la derecha oriolana. Recordemos que pese a ser gobierno, perdieron bastante apoyo en las anteriores municipales. Una formación de gobierno con un alcalde de “ordeno y mando” y con una falta de sensibilidad con la ciudadanía y con su propio grupo político.
Y es que cuando no se tiene proyecto político consensuado con una hoja de ruta clara, incluso aunque existan sus matices y diferencias, ocurre que la desconfianza es la reina de toda relación. La pugna por el poder en un partido, nunca había logrado hacer tanto daño a Orihuela. Un municipio que sigue rezumando lixiviados de las tramas pasadas y las pugnas por el poder de un partido político que sigue haciendo más partido interno que política para las personas.