“Sonrían que si se puede”. Estas fueron las palabras más significativas del que aspira a ser el próximo Presidente de Gobierno, Don Pablo Iglesias, en un debate largo y por momentos tenso. Admito que estas breves líneas que estoy escribiendo ahora mismo en el día posterior al debate pueden resultar subjetivas y alejadas de opiniones expertas en materia de comunicación política, pero creo que ayer conforme avanzaba el debate se vio claramente qué es de verdad y qué es adorno. Es la diferencia entre hablar con el corazón y el márketing.
El márketing en líneas generales se define como “la disciplina que estudia el conjunto de técnicas que a través de estudio de mercado intentan lograr el máximo beneficio en la venta de un producto”. Este deriva en el denominado “márketing político”, del cual se puede decir que es “el conjunto de técnicas empleadas para influir en las actitudes y las conductas ciudadanas a favor de ideas, programas y actuaciones del organismo o personas que tienen el poder, intentan mantenerlo, consolidarlo o aspiran a conseguirlo, siendo una variante del mismo el márketing electoral”. Utilizarlo es totalmente legítimo y necesario, además de que es evidente que todas las fuerzas políticas en mayor o menor medida lo hacen, pero una cosa es emplearlo para maximizar las posibilidades electorales y llegar a la gente, y otra cosa bien distinta es hacerlo para intentar enmascarar lo que uno realmente propone o hace (véase PP, PSOE y Ciudadanos en la noche de ayer).
A continuación, voy a contar una anécdota que tiene mucho que ver con esto, y es que el pasado domingo tomando un café con un amigo me comentó, hablando sobre cómo veía él la política actualmente, que estaba harto de encender la televisión a la hora de comer y ver en los distintos telediarios como los partidos políticos nos “bombardean” a información sobre propuestas y eslóganes que luego en la práctica no se cumplen, y esto queridas lectoras y lectores es totalmente cierto. Es precisamente el contenido de esta anécdota, el márketing político en su máximo esplendor en sentido negativo, lo que aplicó una Vicepresidenta del Gobierno Dña. Soraya Sáenz de Santamaría cuando hablaba de las cifras del empleo que se ha creado en esta legislatura y del que iban a crear en caso de ganar las elecciones del 20D, obviando el tipo de empleo del que se trataba y de la calidad del mismo, además de que detrás de dichas cifras hay personas; un candidato a la Presidencia del Gobierno por Ciudadanos, Don Albert Rivera, haciendo ver que son los garantes de la regeneración democrática, cuando a la hora de la verdad han pactado con el peor PP, el de la Comunidad de Madrid y el de la Diputación de Alicante, y con el peor PSOE, el de Andalucía; y un candidato a la Presidencia del Gobierno por el PSOE, Don Pedro Sánchez, intentando hacernos creer que lo iban a arreglar todo con el pasado, marcando la diferencia con lo que ellos denominan “la derecha”, y que no habían realizado para nada ninguna reforma laboral, ni que habían seguido el camino de las puertas giratorias, ni que habían optado por la senda de los recortes al final de su último mandato.
Por el contrario, hablar con el corazón es simplemente explicar o hablar de aquello que realmente sientes, que verdaderamente crees, con esto no estoy diciendo que los militantes y simpatizantes o votantes de los demás partidos no sientan o crean que están defendiendo lo que es lo mejor para el país, simplemente me refiero a lo expuesto y a los gestos de los participantes en el debate de ayer. A que hubo un candidato a la Presidencia del Gobierno por Podemos, Don Pablo Iglesias, que en su último minuto de intervención dejó muy claro que lo que dice, lo cree y lo siente de verdad, todos vimos cuando se puso el puño en el corazón y cuando a medida que avanzaba el debate se notaba la diferencia entre su tono de voz y el de los demás.
En definitiva cuando hablaba por ejemplo de un “nuevo acuerdo país” y de la plurinacionalidad del Estado, dicha afirmación se ajustaba a los hechos acontecidos, reflejo de ello es el acto simultáneo del pasado 6 de diciembre cuando desde Madrid, Barcelona, Compostela, Valencia y Las Palmas Xosé Manuel Beiras (En Marea), Xavier Domènech y Ada Colau (En Comú Podem), Mónica Oltra (Compromís-Podemos És El Moment), Victoria Rosell (Podemos) y Pablo Iglesias hablaban de la Constitución de 1978 y la necesidad de un nuevo proceso constituyente en 2016 con el cumplimiento de las cinco garantías (Reforma de la Ley Electoral; Reforma de la Justicia; Garantizar constitucionalmente la educación, la sanidad y los derechos sociales; acabar con la corrupción y prohibir las puertas giratorias; y la cuestión territorial en el sentido de la democracia y la plurinacionalidad del Estado), además de la formación de las distintas candidaturas en determinadas Comunidades Autónomas con el objeto de reconocer dicha plurinacionalidad y, por supuesto lo ocurrido y la gestión que se está llevando a cabo por los ayuntamientos y Comunidades Autónomas del cambio.
Acabaré con una pregunta que me hicieron ayer en una cena familiar, ¿Para qué sirve la política?, pues bien la política sirve para cambiar, en la práctica, la vida de la gente. En definitiva, por tanto, la diferencia entre utilizar únicamente el márketing y hacer otra cosa en la práctica contraria a lo que dices y hablar con el corazón es esa, cambiar cuando se llega a las instituciones la vida de la gente o no hacerlo y que todo siga igual.
Pedro Diz, estudiante de Ciencias Políticas y miembro de Compromís por Orihuela